
En épocas donde el mundo moderno provee discusiones sobre anticipos tecnológicos y ocurrencias sobre el futuro, Argentina se concentra en ideas ancladas sobre el pasado. Algo así como vivir en un loop constante de desgracias.
Pablo Moyano, hijo de Hugo, secretario adjunto del sindicato de camioneros y cotitular de la CGT, no habla del ajuste económico del gobierno, de quien fue siempre cómplice, ni de las condiciones laborales de quienes debería representar. Por lo contrario, se encarga de echar culpas a “la derecha” de lo que hoy viven los argentinos, mientras se reúne con el dictador Maduro en Venezuela.
Las ideas que pregonan estas figuras son las que gobiernan nuestro país hace más de cuatro décadas, y los resultados están a la vista: una economía asfixiada con cepos y prohibiciones, exceso de gasto público y pérdida de valor de la moneda. Evidentemente, las leyes económicas existen e ignorarlas tiene un costo, aunque el populismo persista en afirmar lo contrario.
Sin embargo, el kirchnerismo insiste con seguir la máxima que en algún momento le correspondió a Benito Mussolini: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. No solo cada idea es peor que la anterior, sino que todas conllevan el control de un burócrata que debe determinar si es aceptable. Detrás se esconde una concepción totalitaria que desconfía de la sociedad civil y no deja que los individuos actuemos en libertad.
Alguna vez lo dijo Alberdi: “La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual”. Seremos un país desarrollado cuando logremos una sociedad con libertades reales. La sociedad exige que eliminemos las privaciones más profundas de la libertad: la pobreza, la tiranía y el abandono. Por eso, debemos estar convencidos de lo que defendemos y enfrentarnos a quienes quieran llevarse puesto nuestro país.
La parábola kirchnerista parecería estar llegando a su destino final, aunque no debamos subestimar su capacidad histórica para fusionarse con movimientos minoritarios. Debemos preguntarnos, entonces, si esta última experiencia surgida en el sur argentino no significa para el movimiento kirchnerista una irreversible derrota frente a aquellos que quieren ser libres.
Afortunadamente, los argentinos tienen la posibilidad de cambiar este rumbo en octubre. Desde la urnas, y en libertad.